Despertar

Llegar a la casa
Dormir
Y al despertar
Pensar
Si, pensar
En lo que sucedió, o pensar en lo que pudo o no haber pasado hace momentos atrás y deducir que pudo haber sido mejor.
Y lo peor, volver a la realidad, bajar de esas “nubes” nocturnas, de esos momentos distractorios en los que te desenchufas por completo.

Si, al despertar, es la peor sensación. De sentirte ansioso, impotente, incapaz.
Sentirte un nada en medio del todo que te rodea.
Sentirte libre y a la vez encerrado en tu propio cuerpo.
Sentir ganas de gritar, y decirle al mundo lo que sientes
Sentir impotencia por no poder gritarlo
Sentir rabia por deber seguir viviendo lo que te toca vivir
Sentir que debes comprender que todo lo que pasa es por algo, que en algún momento de tu vida te servirá como lección de aprendizaje.
Sentir que tu vida, tu cuerpo ni tus sentimientos son un juego
Sentir que el nudo que llevas dentro aún arde dentro de ti.

Por eso, preferiría seguir durmiendo, seguir soñando sin que nadie me moleste.
Correr por parques inmensos, tirarte a un lago, respirar, sentirte libre y siempre con una sonrisa en la cara. Saltar de felicidad, ver el cielo, observarlo. Observar cada detalle que se nos presente. Disfrutar el sol que ilumina tu rostro mientras descansas, disfrutar la brisa que la acaricia. Millones de detalles, que sólo los puedes disfrutar ahí. En tu mundo, en tu sueño.

Y todo se acaba, completamente todo, cuando comenzamos a suspirar y a abrir nuestros ojos. Y En ese momento, es dónde se repite nuevamente, lo anterior mencionado.

Y es por eso, que no debemos despertar, aunque estemos despiertos. Hay que seguir soñando. Sin sueños, la vida no existiría, pero no, no despierten, no aterricen. Se los prohibo. Aunque a mi nadie me lo prohibió, ya desperté.